22 nov 2011

Four seasons in one day

Me asusto. Despierto. Soy consciente de mí. Estoy en la cama. Hace calor. Pereza. Tengo los ojos cerrados. Los abro.

Frío. Sueño, mucho sueño. Pereza, mucha pereza. Expectación, un día por delante.

Calma... soledad. Soledad.

Más calma.

Ringgggggggg. Despertador. Suena el despertador. No, esa canción no. No será un buen día. Sí, esa canción sí. Esto es una señal. Hoy va a ser el día. Sí, hoy será genial.

Amanece. Flores, pájaros, la primavera, el cielo, sol, nubes, lluvia, desayuno, ducha, ropa, mierda, qué ropa, la camiseta no aparece, mierda, está en la lavadora, qué me pongo, lluvia, caldera, café, taza de café, mancha, leche mancha camiseta, correr, reloj, reloj, hora, hora, tiempo. Se va. No llego.

Respirar...

¡Luz, aire, oxígeno!

Coches, más coches, gente, rostros, legañas, seriedad, palabras, música, hablar, sonreír, comer, beber, sonreír, pensar, pensar... pensar, hablar, sonreír, pensar... correr, caminar, correr, semáforos, coches, peatones, cebras, ruedas, llaves, puertas, izquierda, derecha, recto, acera, semáforo. Rojo. Correr.

Comer, soñar, pensar, dormir, vivir, frenar, correr, beber, hablar, escribir, abrir, cerrar, mirar, ver, escuchar, pensar, procesar, imprimir, escribir, observar, titubear, callar.

Respirar...

Soñar...

¿Vacaciones? ¿Tus labios? ¿Tu mirada? ¿Besarte? ¿Un paisaje sereno? ¿Las nubes flotando? ¿Los árboles bailando al ritmo del viento? ¿La ciudad vacía? ¿El fin de semana? ¿Viajar? Sí, viajar. Contigo.

Mierda, me he olvidado de respirar.

Respirar...

Frenar, conducir, arrancar, cantar, reír, hablar, pensar, escuchar, ver, reír, saludar, hablar, pensar, escribir, pitar, aparcar, lavar, comer, beber, querer, llamar, cabecear, planear, ordenar, desordenar, ordenar, planchar, calentar, subir, bajar, volver, regresar, reflexionar.

Lavarme los dientes y ponerme el pijama.

Echarte de menos... Escribirlo.

Sentir que te abrazo una última vez al día, como si fuera la más especial y única de todas. Porque lo es. Sonreír.

Calmar...

...

Disfrutar.

Pensar en el día y en los días, y en mi vida y en la vida, y en lo raro que es el mundo a veces. Raro, pero al fin y al cabo, parecido. Bonito, duro, pero con recompensas. A veces. Sólo hay que buscarlas entre toda la marabunta de cosas y de personas.

¿Qué estarás haciendo?

Abrazar, besar, proteger, cerrar los ojos, dulzura, besos, quererte, sonreír, cariño, calor, cobijo... cobijo... Dormir. Soñar........

Vuelta a empezar.

(Me encanta vivir)


20 oct 2011

Zappeando...

¿Por qué la gente se empeña en intentar hablar con los MUERTOS cuando hay tantos seres VIVOS que no tienen con quien hablar?

Pregunto.



1 oct 2011

Octubre

No hay octubre que no se inaugure sin escuchar esta canción. Y tampoco hay vez que no escuche esta canción y que no reproduzca en mí la sensación de una hoja oscura y arrugada desprendiéndose de un árbol. Es curioso comprobar cómo hacía años que no me pasaba otra cosa. Y, de repente, he descubierto que esta vez la misma canción me transmite justo lo contrario: cómo nace una bonita y verde hoja de una rama de un árbol de un bosque. Y cómo todo se llena de hojas verdes, de color verde, de frescor y vida. No lo entiendo. O bueno, sí lo entiendo.

A lo mejor es que la música no transmite, sólo consigue sacar de nuestro interior lo que nosotros transmitimos...





26 sept 2011

Latiendo


Si un día tengo que elegir, preferiría perder el corazón antes de perder mi capacidad de amar.
Desde hace un tiempo, entre muchas de las clasificaciones que solemos hacer de la gente en función de infinitos criterios, yo tengo claro que, por lo menos, hay dos clases de personas: las que son capaces y quieren amar, y las que no son capaces o no quieren amar.

Me siento afortunada hasta el momento de poder formar parte del primer grupo. Y de querer a una persona que también forma parte de él. Ahora más que nunca, la capacidad para querer y dar de mí a una persona me llena por dentro, me da vida, me permite sentir todo lo maravilloso que pasa a mi alrededor y también dentro de mí.

Creo que el cariño es una de las pocas cosas que, a la larga, te es devuelto en aquella cantidad que tú hayas aportado al mundo. A veces hay que esperar a que ello llegue. El mundo no siempre es equilibrado a corto plazo. Pero, como la gasolina que mueve nuestras vidas, es siempre necesario dar para estar en movimiento.

Es grato saber que precisamente esa capacidad de amar te permite descubrir, experimentar, sentir y vivir aquello que otros no pueden. Y comprobar la de cosas maravillosas que ello te aporta. Es como tener el privilegio de llegar a un lugar más alto, como sobre una nube, desde el que divisarlo todo, desde el que respirar un aire más fresco y puro, desde el que sentir el movimiento de la tierra con más vibración y pulso.

A quien le falta la vista, puede vivir sin ella. Quien no puede oír, puede vivir sin ello. Quien no tiene piernas, no tiene casa, no tiene trabajo o no tiene familia, puede vivir perfectamente.

Pero lo último que me gustaría un día es perder la única parte de mi cuerpo que verdaderamente sí que me impediría vivir: la capacidad de amar.



22 sept 2011

Filosofía de vida

Al final, las cosas que nos pasan a las personas son prácticamente idénticas. Las cosas, los lugares donde vivimos, lo que hacemos y dejamos de hacer, el tiempo, lo que nos rodea, lo que nos sucede, la época, lo que comemos, dormimos, soñamos, vemos, oímos. Todo es siempre lo mismo. Una sucesión de constantes en todos y cada uno de nosotros, que empiezan en el hecho de nacer y acaban en el hecho de morir. Idéntico en todos.

Lo que nos diferencia tanto a unas personas de otras es cómo lo percibimos, cómo lo vivimos, cómo lo sentimos y cómo actuamos ante todo ello.

Ésa es la clave: el cómo.

Y en función de ese cómo de cada uno, así transcurre cada vida.



17 sept 2011

Días, años, siglos... ¡acción!

Esta mañana mientras caminaba deprisa por la calle me detuve en una idea que ya llevaba pululando por mi mente unos días. A veces el tiempo se esfuma sin darnos apenas cuenta, y otras veces, qué difícil resulta que avancen las agujas del reloj. Es curiosa nuestra forma de percibir el tiempo. Últimamente, con la intensidad con la que fluye mi vida, si midiera el tiempo en cosas que hago, lugares que visito, personas que conozco, palabras que hablo, podría decir que están pasando años. Y sin embargo, ha habido momentos que seguramente hayan sido años enteros, de los que recuerdo haber hecho más bien poco (prácticamente se reduce a una sola palabra: estudiar).   

Yo creo que la duda que se puso pesada en mi mente fue la siguiente: si caminamos más deprisa, ¿acaso no recorremos más espacio? Entonces si vivimos más cosas, ¿por qué no vamos a recorrer más tiempo? 

Y al final no es una cuestión de percepción, de psicología, de filosofía ni siquiera de antropología. Todo se reduce a la matemática. El tiempo es relativo. Curiosamente, mientras leía la vida de uno de mis personajes favoritos de televisión, la agente Scully (de Expediente X), recalé hace tiempo en algo que me llamó mucho la atención: la paradoja de los gemelos, de Albert Einstein. Según Einstein, el tiempo de un objeto visto por un observador externo pasa más lentamente a medida que aumenta su movimiento lineal, lo que se demostró con relojes atómicos sincronizados: mientras uno permanece en la Tierra, el otro es sometido a un viaje muy rápido (por ejemplo, en un reactor); al compararlos, el estacionario está algo más avanzado que el móvil. Einstein puso de ejemplo la famosa paradoja de los gemelos, en la que se explica que un hombre viaja al espacio casi a la velocidad de la luz dejando en la tierra a su hermano gemelo. Al volver en la tierra han pasado 50 años pero para el viajero únicamente han pasado unos 20.

¿Ocurrirá también esto con distintos momentos de una propia vida? Y si es así, ¿por qué seguimos empeñados en medir la madurez de una persona, su experiencia en la vida, sus conocimientos, de una única y obstinada forma? ¿No son las hojas del calendario algo de lo más absoluto que existe? ¿Tiene esto algo que ver con la realidad del tiempo? ¿Con nuestras vidas? ¿No es una tremenda simplificación? Que sea útil para compararnos unos seres a otros, lo entiendo. Pero a veces le damos más importancia de la que tiene. Será que se avecina mi cumpleaños y estoy un poco escéptica...

Lo que queda es pensar en el tiempo como algo relativo. Y quizá la mejor forma de medir el tiempo, sea vivir la vida viviéndola.   

Y es probable que todo este post sea sólo una excusa para poner esta canción que me encanta y me ha dado una energía tremenda para vivir el día de hoy. ¿O debería decir el siglo de hoy?



Esencia





"Aunque el ratón y el ángel, la tristeza y la alegría dependen igualmente de Dios, no puede el ratón ser una especie de ángel, ni la tristeza una especie de alegría."


SPINOZA, Carta XXIII, Gebbardt, vol. IV, p. 149


2 sept 2011

Acupuntura auditiva


"La libertad de perderse en una experiencia musical se basa en que la música es capaz de ocupar la atención del oyente impidiendo el acceso de distracciones acústicas rivales. Tanto el esquema sonoro de una ejecución musical como el relativo aislamiento del entorno interpretativo cooperan para permitir al oyente aislarse, al menos durante un tiempo, de las intensidades acústicas y las realidades impredecibles de la existencia diaria. Por tanto, la función de la música es, en parte, anestésica: una acupuntura auditiva, por decirlo de algún modo, que crea una perturbación local tolerable como medio de protección contra un trastorno todavía mayor. La liberación de ese trastorno adverso aparece reconocida en los protocolos de la asistencia a los conciertos. Se juzga una falta de consideración que los oyentes tosan o permitan que suenen sus móviles. El aplayso, sin embargo, es totalmente distinto, tanto para la acústica como para la percepción."


La música como concepto, Robin Maconie 





31 ago 2011

A vuelapluma

A veces es como jugar a hacer un puzzle, otras veces puede ser como mirar a la luna, el caso es que mientras el tiempo dura, noto que cada instante que pasa por mis manos es examinado, y lo mastico y lo moldeo a mi antojo. O quizá me venga ya masticado con la forma de una nube, y entonces me doy cuenta de que lo mío es sólo acariciarlo. Tan sólo. Suave y delicado, brusco y atropellado, la vida es un mar de colores hermosos, de una luz ni hiriente ni tosca y con tanta belleza en el cielo moldeada que ni con un millón de estrellas podría mejorarse. El mar más bonito. Y noto en cada poro de mi piel que contigo lo voy surcando. Ahora siento que con tan sólo dos manos y tus ojos no puedo capturar toda la plenitud y paz sobre la que voy como volando… Pero eso qué más da, si por menos tengo el privilegio de algo mejor: vivirlo, sentirlo, atravesarlo.  




No sé por qué hoy sólo me apetece escuchar esta canción, mientras enredo mi alma en un trocito de corazón que encontré en el interior de mi mano plegada justo hoy al despertarme teniendo tu nombre en mis labios.

10 ago 2011

30 jul 2011

¿Cómo definirías un momento?


Uno de los vídeos más intensos y valiosos que he visto nunca. Sobran las palabras... Recomendación: pantalla grande desde el principio.



4 jul 2011

Hotel Topiaria


No habían pasado las diez de la noche y yo ya estaba plantado. Pero plantado no en el sentido literal, obviamente. Me habían plantado. Allí, huérfano, mudo, herido, solo. Y de pie, que casi era lo más ultrajante, porque todo el mundo en la recepción del hotel, desde sus butacas de cuero rozado, ponía su atención en mí. Y con miradas de “hijo, vaya ridículo estás haciendo, me parece a mí que esa orquídea morada que cuelga tu mano va a marchitarse antes de tiempo”. Un escalofrío recorría mi cuerpo.
Fue extraño. Nunca me había atravesado esta sensación. Por un lado, cada segundo que pasaba sujetando la maceta con la orquídea morada, mayor nerviosismo recorría mi cuerpo (y mayores sudores mis manos y mis axilas y, ejem, dejémoslo ahí). Porque por algún motivo que no logro depurar pensaba que ya quedaba menos tiempo para que tú llegases. Por otro lado, cada segundo que pasaba sujetando la maceta con la orquídea morada, mi desesperación por verte aumentaba, y con ella mis ansias frustradas recorrían el círculo sanguíneo con más efusividad de la que me hubiera gustado. Sin embargo, esperaba. Esperaba duramente postrado en un trozo de moqueta reluciente. Lo peor es que todo en esa recepción de hotel relucía: el recepcionista, las butacas de cuero desgastado, las personas, los perritos, las maletas, la escalera principal, los botoncitos del ascensor, un carterista, los pétalos de la orquídea, el equipo japonés de tenis de mesa, hasta el bigote del otro recepcionista. Todo brillaba con el más intenso de los brillos posibles. Para mayor contraste con la desesperanza que iba surgiendo de mi rostro. Hasta llegué a pensar que la orquídea haría raíces en mi brazo y florecería, y mis dedos acabarían siendo parte de ella y brotarían capullos, y entonces sí que me sentiría plantado, pero plantado literalmente.
En resumidas cuentas, tres horas después del momento en el que ella y yo habíamos quedado, ya no me quedaba ninguna esperanza. Mi ilusión se había derrumbado como un castillo de naipes en cuya baraja sólo había corazones. Y la orquídea morada, porque vaya qué bonita era. Y lo que me había costado encontrarla, dicho sea de paso. Veinte floristerías de la ciudad. Para que justo cuando me daba la vuelta y decidía comprar un simple ramo de rosas rojas, encontrase una orquidería pegada al portal de mi casa. Y claro, una vez allí, compré la más grande y hermosa de todas. Burro grande, ande o no ande.
En esta sucesión de ideas, una esbelta mujer que por un momento juré haber conocido en un sueño, caminó junto a mí. En su mirada en lugar de encontrar conmiseración y carcajada hallé un amago de “ay, quién fuera ella”. Pues en ese instante hasta yo mismo hubiera preferido ser ella, porque allí de pie, con cara de naipes y una orquídea preciosamente cara en la mano sentí el mayor de los ridículos. Hasta en la grieta de la moqueta por la que asomaba el sólido suelo podía apreciarse más orgullo y seguridad que en mí.
Entonces llegó el momento cumbre de mi vida. Una elección. Debía elegir. Lo tenía claro. Por primera vez en doscientos minutos oteaba con claridad algo. Comenzaron a sonar los violines. La orquesta. El director. Todo sonaba. Hasta me puse a cantar. Y entonces una voz en off me mandó callar para continuar la narración. Como una de esas escenas claves en el desarrollo de una película –véase la de la ducha en Psicosis, pero en lugar de cuchillo pongamos una orquídea ahora—. Comenzaron las dudas. Comenzó a ocurrírseme que a lo mejor había que regar la orquídea porque parecía un poco alicaída después de tanta espera. Comenzaron a sucederse recuerdos de mi vida proyectados en las paredes de mi cerebro. Comenzaron a aparecer escenas de películas románticas en mi memoria. Comenzaron a entrarme ganas de comer marisco. Comenzaron a pararse las personas que circulaban por la recepción del hotel. Comencé a imaginármelos a todos en ropa interior. Comencé a tener necesidad de ir a un baño. Para vomitar, claro. Pero esto lo dejamos a un lado de momento. Y, de pronto, sin saber bien cómo, me arranqué la corbata del cuello sosteniendo la orquídea con la otra mano. ¡¡¡Agggrrrr!!! Grité. Y la gente me aplaudió. Crucé la recepción del hotel a la pata coja, porque no es de mentes muy iluminadas pensar que después de estar cuatro horas de pie, no me quedaban muchas fuerzas para caminar al unísono y de forma sincronizada a la banda sonora de mi peli. Y me introduje de un salto, orquídea incluida, en mi coche.
Vamos que, sin darle más espectáculo del necesario, me volví a casa compuesto y con una orquídea. Con la orquídea morada más bonita que había encontrado. Y más plantado que la propia orquídea morada. Nunca supe nada de ella, de la otra. Pero recuerdo que aquella noche, mientras el fuego crepitaba en mi chimenea, y yo me deshacía observando los recuerdos de toda la estela de plantones que había recibido a lo largo de mi vida, la orquídea morada hizo algo maravilloso. O en realidad fue el destino. Sí, allí subida a lo alto de la repisa de la ventana, con la luna iluminando su belleza por supuesto morada. De su tallo emergió una nueva flor. Allí mismo. En ese instante. Para mi deleite y mi asombro. Y entonces supe, de forma casi perfecta, casi, que yo había nacido para contemplar aquella flor. Que todo recobraba sentido. Que mi vida no era una sucesión de plantones, sino el más equilibrado camino que la humanidad sostenía para permitirme ser a mí el Elegido. El que viera el secreto más oculto de aquella planta tan especial. Y entonces fue cuando me enamoré de ella. De la planta, de sus capullos que como senos se mostraban ante mí. En nuestro hogar, una noche de luna llena resplandeciente. Un plantado enamorado de una planta. Y le hice el amor a la orquídea toda la noche… Hasta que brotó la esperanza de la última aceituna verde que quedó en el plato del aperitivo. Por eso el verde, esperanza.  


15 jun 2011

Tarde de tormenta



Que caigan todos los rayos,
y se derrumben los árboles y los páramos,
que llueva, nieve o se desprenda fuego de los cimientos del cielo,
que los ríos rebasen, los polos se derritan y los océanos nos atrapen,
que las estrellas choquen en nuestras manos,
venga un cometa a quemar con llamas lo que tenemos,
y la tierra sucumba al estallido de un relámpago.

A mí nada más me importa,
ahora que a mi alma sólo la mueve una cosa del universo;

y ésta es la certeza única que me han revelado los sabios:
antes de que acabe el mundo, yo ya habré besado tus labios.






Bukowski no era ruso

Acordándome de una anécdota pasada que no viene a cuento y con la fútil excusa de un programa de radio que esbocé hace años con el mismo título que esta entrada y que, afortunadamente, quedó simplemente en eso (un boceto), he vuelto a releer algunos poemas que tenía anotados en casa de Charles Bukowski. En su momento me llamaron especialmente la atención. Digo especialmente porque la escritura del propio Buko ya es bastante llamativa de por sí para quienes no lo conozcan. No esperaba detenerme mucho rato dado que la época en la que me enganché a sus libros ya pasó, también por fortuna. Fue una racha, nada más. Sin embargo, me ha sorprendido encontrar un par de poemas que me han vuelto a parecer lo suficientemente lúcidos como para perderme un buen rato en ellos...  



NADA DE LÍDERES, POR FAVOR

Invéntate y luego reinvéntate a ti mismo,
no nades en el mismo cenagal.
invéntate y luego reinvéntate a ti mismo
y
záfate de las garras de la mediocridad.

invéntate y reinvéntate a ti mismo,
cambia de tono y de forma tan a menudo que
nunca puedan
clasificarte.

cobra nuevas fuerzas y
acepta lo que hay
pero sólo según los términos que hayas inventado
y reinventado tú.

sé autodidacta.

y reinventa tu vida porque debes hacerlo,
es tu vida y
es historia
y el presente
sólo te pertenece
a ti.



UN APUNTE SOBRE POESÍA MODERNA

La poesía ha recorrido un largo camino, aunque muy lentamente;
no eres tan viejo como yo
y recuerdo haber leído
revistas en las que al final de un poema
ponían:
París, 1928.
por lo visto, eso cambiaba la
cosa, de manera que quienes podían permitírselo
(y algunos que no podían)
se iban a
PARÍS
y escribían.

también soy lo bastante viejo como para recordar cuando los poemas
hacían referencias a los dioses
griegos y romanos.
si no eras ducho en dioses no eras muy buen
escritor.
además, si no eras capaz de collar un verso en
español, francés o
italiano,
con toda certeza no eras un escritor
muy bueno.

hace 5 o 6 décadas,
tal vez 7,
algunos poetas empezaron a usar
“yo” en vez de “Yo”
o
“&” en vez de “y”.
muchos siguen usando el “yo”
con minúscula y muchos más siguen usando el
“&”
convencidos de que resulta
poéticamente muy efectivo y
moderno.

asimismo, la noción más antigua aún en boga en
que si no puedes entender un poema entonces
casi con toda certeza es
bueno.

la poesía sigue avanzando lentamente, supongo,
y cuando un mecánico de coches cualquiera
empiece a llevar libros de poesía para leer
a la hora del almuerzo
entonces sabremos que estamos avanzando en
la dirección
adecuada.

&
de eso
yo
estoy seguro.



13 jun 2011

¿Se puede realmente estar enamorada de todo?


Me siento extraña escribiendo esto. Si me hubieran preguntado hace años, habría soltado una carcajada. Lo habría negado una y otra vez. Y ahora, compruebo que hay algo especial que hace que sea cierto.

Esperaba encontrarme cualquier día con que, al despertar, el precioso universo en el que estaba sumergida mi vida desde hacía unos meses, sucumbiese y se desintegrase en mil pedazos. Como una pequeña chispa, que acaba prendiendo todo el cordón y hace que finalmente la dinamita explote. Pero no. Los días se suceden, las noches vuelan, y el baúl que hasta hacía un tiempo estaba lleno de andrajos y telarañas, se va perfumando con los olores de las historias, las personas, las luces, los sabores, las fotografías, las letras, las sonrisas, los recuerdos, las experiencias, la música...

Todo desde hace casi nada es único y maravilloso. Todo. No hay una sola baldosa que cruja bajo mis pies. Ni una sola hoguera que no crepite, apagada... No puedo creerlo, me lo repito todas las mañanas. Sin embargo, al final siempre concluyo que por primera vez desde que era niña siento la vida como preciosa, un regalo inagotable donde lo único que la hace imperfecta es el tiempo, que se agota. Me siento viva, me alcanza la intensidad en cualquier circunstancia: las cosquillas que no se detienen nunca.

Y hasta esta mañana, cuando venía probando la nueva radio del coche con aquel cd que hizo de banda sonora de mis exámenes de selectividad, he sentido que sólo por un día como los que estoy viviendo ya merece la pena haber vivido. Sí. La vida ya me ha dado una hermosa recompensa.