23 may 2011

Corrección

Hace años me despertaba cada día con esta pieza. Hoy lo he vuelto a hacer. Por esto siempre he tenido claro que si tuviera que salvar un objeto del mundo antes de que éste desapareciera sería un violín. Lo curioso es que ahora me he dado cuenta de que también me llevaría a una persona que lo supiera tocar...   






18 may 2011

Primavera

Tú sabes lo que esconde la primavera,
miraste la hierba con tus ojos de lluvia de plata
y acariciaste la tierra con tus manos aún mojadas,
hasta que el sol acabó reflejando una esperanza.

Poco a poco brotaste entre las piedras,
como el susurro de una mariposa vaciando el aire con sus alas.
Día lluvioso, rayo de sol.
Atrajeron tus colores más belleza,
cuánto tiempo he pasado simplemente observándote.

Pero desde hoy hasta el último mañana,
cuidaré con tesón y delicadeza la artesanía de la naturaleza,
en un jardín donde luce la flor más hermosa
de entre todas las flores de la primavera.



14 may 2011

I will...

Hoy me apetecía saltar.

Y saltar, y saltar, y saltar.

Saltar mucho. Y muy alto.

S             R
A            A
L             T
T             L
A            A
R            S

  y

Saltar...

Sí, hay días en que sólo apetece dormir, otros en los que apetece llorar, sonreír,
comer, hablar, besar, gritar, caminar, nadar... y otros en los que sólo apetece saltar.


Y esta canción es ideal para ello:






¡¡I will follow!!




 

10 may 2011

Alma mía -Dle Yaman-






Y el tiempo milimétrico permanece inalterable en tus ojos,
como el agua cristalina de un arroyo mudo, quieto, congelado:
me perderé en el abismo de tus ojos
hasta que la vida te devuelva un segundo de amparo.






6 may 2011

Mi breve y humilde teoría de la evolución

Tengo razones para pensar que, conforme la esperanza de vida crece, la inteligencia se reduce.

Observemos por ejemplo una situación en la que se colocase una botella con agua potable en dos lugares: en una aldea perdida del centro del continente africano, cuya esperanza de vida no supera en ningún caso los 55 años (escenario 1), y alternativamente, en medio de la calzada de una avenida madrileña, en el cual la esperanza de vida media puede superar los 80 años (escenario 2).
Escenario 1: aquella persona que se cruzase con la botella de agua correría inmediatamente, la cogería, la conservaría y la cuidaría. Y tendrían agua durante un día. Sin dudarlo.
Escenario 2: a la persona que encontrase la botella de agua podrían planteársele varias dudas:
-          Pegarle una patada para ver si estalla y se mojan los demás.
-          Atropellarla con el coche para ver si el plástico realmente hace ruido.
-          Hacerla rodas por la avenida a modo de simpático divertimento.
-          Colocarla del revés, sobre el tapón, para ver si es capaz de hacer equilibrios e impresionar a otra persona.
-          Abrirla y vaciársela encima en el supuesto de que se la encontrara a mediodía en el mes de agosto.
-          Abrirla y vaciarla para ver si hay un mensajito secreto dentro.
-          Lanzarla lo más lejos posible para ver si supera a alguien más, en el caso de que le dé por interactuar con otras personas o vaya acompañado cuando se la encuentre.
-          Opción probable: ignorarla y seguir caminando o conduciendo pensando en que a alguien se le habrá olvidado ahí.
-          Opción más que probable: ignorarla y seguir caminando o conduciendo sin pensar nada.


Con esta historia que me acabo de imaginar sólo quiero explicar una cosa: conforme la esperanza de vida aumenta, los seres humanos nos volvemos más imbéciles al no tener que preocuparnos de sobrevivir, o mejor dicho, al acabar hasta las narices de la vida y todo lo demás puesto que la muerte la vemos tan lejana que le resta intensidad a nuestras vidas.
Y si no, ¿por qué la depresión es la causa de muerte más frecuente en las sociedades desarrolladas?
Vivir mucho se ha vuelto contraproducente. Ojalá nunca aparezca la eternidad.
Y si no, al tiempo.





4 may 2011

Estrenando libreta


Porque escribir a veces es inevitable que sea escribiendo...








Polinización


Era como un regusto amargo. Unas virutas de chocolate no le habrían venido nada mal. Al sabor, digo. Porque una flor se había atrancado en su laringe. Ejem, ejem… Carraspeaba, pero la primavera lucía feliz en su campanilla. Y crecía. Y polinizaba. Y la fotosíntesis, y hasta un deshojar de pétalos yacía en esa boca. El problema estaba detrás de la flor. Una palabra hacía presión alzándose desde el estómago para salir fuera de la boca. De otro modo, quería hablar y no podía. La flor de su garganta atrapaba las vocales, las consonantes, el oxígeno y todo cuanto atravesaba sus labios o su pecho. Mientras tanto, silencio. Un silencio con aroma a naturaleza. Un silencio que luchaba por llenarlo todo de polen, y detrás del polen, la cascada de sonidos.
La flor seguía agazapada al final de su boca. La flor tapaba esa palabra.
Hubiera preferido que en lugar de una palabra fueran mariposas lo que atrajese la flor para escaparse del estómago.
En cambio, era el síntoma de la despedida.
A veces es mejor colocar una flor en el lugar que la melancolía querría atravesar.