17 sept 2011

Días, años, siglos... ¡acción!

Esta mañana mientras caminaba deprisa por la calle me detuve en una idea que ya llevaba pululando por mi mente unos días. A veces el tiempo se esfuma sin darnos apenas cuenta, y otras veces, qué difícil resulta que avancen las agujas del reloj. Es curiosa nuestra forma de percibir el tiempo. Últimamente, con la intensidad con la que fluye mi vida, si midiera el tiempo en cosas que hago, lugares que visito, personas que conozco, palabras que hablo, podría decir que están pasando años. Y sin embargo, ha habido momentos que seguramente hayan sido años enteros, de los que recuerdo haber hecho más bien poco (prácticamente se reduce a una sola palabra: estudiar).   

Yo creo que la duda que se puso pesada en mi mente fue la siguiente: si caminamos más deprisa, ¿acaso no recorremos más espacio? Entonces si vivimos más cosas, ¿por qué no vamos a recorrer más tiempo? 

Y al final no es una cuestión de percepción, de psicología, de filosofía ni siquiera de antropología. Todo se reduce a la matemática. El tiempo es relativo. Curiosamente, mientras leía la vida de uno de mis personajes favoritos de televisión, la agente Scully (de Expediente X), recalé hace tiempo en algo que me llamó mucho la atención: la paradoja de los gemelos, de Albert Einstein. Según Einstein, el tiempo de un objeto visto por un observador externo pasa más lentamente a medida que aumenta su movimiento lineal, lo que se demostró con relojes atómicos sincronizados: mientras uno permanece en la Tierra, el otro es sometido a un viaje muy rápido (por ejemplo, en un reactor); al compararlos, el estacionario está algo más avanzado que el móvil. Einstein puso de ejemplo la famosa paradoja de los gemelos, en la que se explica que un hombre viaja al espacio casi a la velocidad de la luz dejando en la tierra a su hermano gemelo. Al volver en la tierra han pasado 50 años pero para el viajero únicamente han pasado unos 20.

¿Ocurrirá también esto con distintos momentos de una propia vida? Y si es así, ¿por qué seguimos empeñados en medir la madurez de una persona, su experiencia en la vida, sus conocimientos, de una única y obstinada forma? ¿No son las hojas del calendario algo de lo más absoluto que existe? ¿Tiene esto algo que ver con la realidad del tiempo? ¿Con nuestras vidas? ¿No es una tremenda simplificación? Que sea útil para compararnos unos seres a otros, lo entiendo. Pero a veces le damos más importancia de la que tiene. Será que se avecina mi cumpleaños y estoy un poco escéptica...

Lo que queda es pensar en el tiempo como algo relativo. Y quizá la mejor forma de medir el tiempo, sea vivir la vida viviéndola.   

Y es probable que todo este post sea sólo una excusa para poner esta canción que me encanta y me ha dado una energía tremenda para vivir el día de hoy. ¿O debería decir el siglo de hoy?



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