Eres agua.
Tú eres lo que llena los espacios vacíos y secos. Eres un segundo que lo arrasa todo, y sin embargo, sólo tú reflejas la luz del sol. Y el brillo de la luna. Con las mareas, vas y vienes. Y me traes todas tus riquezas. Como el agua de mar.
Eres el complejo universo de quien lo surca, lleno de peligros y dificultades, pero orgulloso por mecerse en tu piel salada, protegido por tu olor. Enamorados te escriben. Enamorados que se entregan en tu orilla mojada. Eres la esperanza, de quienes se marchan y de quienes regresan. Eres el reino de quienes te viajan, y su única compañera.
Eres agua.
Eres donde desearía morir, sobre tu vientre. Reposar por siempre allí, con tu bamboleo, rodeada de vida que fluye, que se alimenta de ti. Eres el más hermoso manto que ensalza la Tierra, el único horizonte que perciben los ojos.
Eres agua. Eres el reloj del tiempo.
Todo emerge de ti. Todo mi mundo es por ti, y en cambio, también muere por ti. Qué paradoja eres. Eso que envuelve y te devuelve. Tus caricias, tus carcajadas, tus entresijos, la forma en la que recorres es mundo, qué anhelo tan grande de agua.
Por allá por donde tú vas, el verdor exclama y se siembra la vida. Los pájaros, las gentes te claman. Tú cautivas sus miradas, sus ruegos, sus halagos.
Vienes del cielo. Porción a porción eres un regalo divino. Y en el cielo te pierdes, allá a lo lejos.
Eres la fuente de la vida. Y yo tan sólo soy miseria a tu lado. Me siento secar sin ti.
Eres agua. Y yo tengo sed. Mucha sed.
Te necesito tanto que si me regalaras tan sólo una gota de ti viviría en paz el tiempo que me reste bajo esta polvareda de mundo.