La sensación de querer palpar algo con las puntas de los dedos, o al menos sentir en ellos la cercanía. Algo que se escapa. Esa hiriente necesidad de ser. O de que alguien lo sea -lo haga- en tu lugar, si es que no eres lo suficientemente valiente.
Sentir como al aproximar las manos a una llama de fuego, antes de quemarse, o incluso como al abrir la puerta del congelador y desplegarse una nube de frío que te envuelve y te hiela momentáneamente. Y de repente desaparece. Y despiertas. Y reconoces el desierto a tu alrededor. El silencio que lo controla. Ni fuego ni frío. Ni nada. Absolutamente nada permanece contigo de tu sueño.
Y derrumbarse. De nuevo.
Y querer continuar soñando...
No hay comentarios:
Publicar un comentario